miércoles, 25 de noviembre de 2015

De la niñez de Áyax

Estoy en la iglesia. Es mi primera comunión. 1988. Huele a madera aceitada y polvo atascado en las grietas. Estoy vestido de blanco con gris, espero mi turno para tomar la hostia.
Todo lo que me rodea es ajeno: el crucifijo, la homilía, todo sobra. El niño de mi derecha no deja que me concentre en misa. Es tres años mayor que yo. ¿De qué hablará? . La idea de no verlo otra vez cada sábado me revuelve el estómago. ¿Dónde vivirá? Si va a la misma escuela que yo debe ser vecino... 
El monaguillo, en un descuido, tira una pila de Biblias que sostiene endeblemente. Como acto reflejo subo a donde está a ayudarle, me sonríe para no voltear a ver al padre. Después de unos minutos, el grupo de primera comunión recibe los libros y, al abrir el mío en la portada, siento cierta felicidad inapropiada, el nombre del niño al que admiro está escrito en él. 
Poseo una pieza de su alma. En el lugar menos pensado confirmo la existencia de la parte de mí que quiero esconder bajo el altar.

viernes, 14 de agosto de 2015

Mártir 1: Andrómeda


La ciencia, la filosofía y la hija bastarda de las dos anteriores, la psicología, nos ofrecen una gama muy grande para entender nuestra personalidad y forma de pensar, y, al mismo tiempo, nos garantizan que en el conocimiento de las herramientas descansa el máximo premio que alguien puede obtener en una vida consciente: la realización de la verdad personal. Éste último concepto no pretende ser el tema de este escrito. En la presente, quisiera tratar sobre lo que más resuena en mi mente cuando pienso en psicología: el Arquetipo. 

Esta palabra dominguera no es más que un término para designar una imagen que representa valores que una cultura considera importantes, por importantes no me refiero a bueno o malo. El héroe, el antagonista, el instinto y muchos conceptos más generan vistas que muchísimos pueblos reconocen y que simplemente revisten de ropajes y rostros distintos, pero que esconden aspectos con los que toda la humanidad puede identificarse en lo más profundo.

En lo personal, considero que, para mi crecimiento personal, hubo corrientes psicológicas que, por pragmáticas, han sido de ayuda para mí. Pero creo que debido a la forma en la que fui criado, lo que vi en casa y algo más que nunca alcanzaré a entender, la psicología analítica llama mi atención. Mi padre siempre estuvo cercano al conocimiento de filosofías orientales. Por otro lado, todo mundo sabe que en México y gran parte de América Latina la iglesia católica impuso y sigue propagando sus ideas, conceptos y arquetipos originales. Y es de este vasto campo ideológico del que rescato al arquetipo del Mártir, imagen socorrida por muchas religiones del mundo.


Andrómeda: mártir involuntaria

En los años 90, llegó al país una oleada de series de anime, procedentes de Japón. Saint Seiya (Los caballeros del Zodiaco) llamaban no sólo mi atención, sino la de miles de pubertos en la república . En la extrema violencia, las armaduras y el luchar por una princesa, encontramos el pretexto perfecto para apoltronarnos todo el fin de semana frente a Azteca 7.

En dicha serie animada, Shon de Andrómeda brillaba no por su fuerza o por su valor. Este caballero de bronce se destacaba por ser un pusilánime, capaz de figurar sólo gracias a la sombra de su hermano (el mil-veces-más-chido Fénix). Yo no sé por qué pero la figura del caballero de Andrómeda, no obstante su notoria vulnerabilidad, me resultaba atrayente. Con el tiempo y muchas horas de ociosa estupidez me di cuenta que era el sacrificio el valor que consideraba importante. A pesar de ser tan débil y negarse absolutamente a atacar a sus contrincantes, Shon tenía el máximo poder en él. Como último recurso se despojaba de su armadura y entregaba toda su energía para deshacerse del contrincante, que significaba un dolor de cabeza para los otros caballeros de bronce (mucho más fuertes y capaces que Andrómeda). Siempre era una sorpresa ver al débil ofrendarse a expensas de su propio ser.

Y es que uno, a los ocho, lo que menos le interesa es la mitología griega. Pero si me hubiera interesado en ese entonces en lo bueno, me habría dado cuenta que toda la serie esta basada en mitología griega; que no es más que un cultivo riquísimo de figuras arquetípicas. Nada más que las raíces de toda la cultura artística, científica y psicológica de occidente. 

En Grecia, Andrómeda fue una princesa etíope que ofrendo su vida para salvar a su pueblo de un monstruo. Sus padres,  Cefeo y Casiopeia, no encontraban la forma de salvar a Etiopía de un monstruo que amenazaba con destruir la nación. Los padres, atentos y con ganas de quedarse como gobernantes de algo, decidieron ofrecer a Andrómeda como mártir involuntaria; la que sería capaz de salvar a los inocentes de una muerte violenta. Andrómeda aceptó con resignación la cobardía de sus padres.

miércoles, 29 de julio de 2015

¿Por qué From the city, from the sea?


Stories from the city, stories from the sea es el título de uno de los discos de PJ Harvey. Una serie de canciones que no tienen un hilo conductor a diferencia de otros trabajos posteiores como Let England Shake

El blog que están leyendo es un intento por adentrarme en un formato de escritura más amplio que el que he estado usando dese hace quince años. El hecho de haber escogido por título para este espacio From the city, from the sea, además del título del disco de Harvey, es porque estos dos ambientes, la ciudad y el mar, han sido esenciales en mi formación como persona y escritor.

Permítanme presentarme. Soy Sidharta Osorno. Nací en Ciudad de México hace treinta y dos años casi. La verdad es que no me dio tiempo de conocer el lugar. Viví muy pocos años, aunque el hecho de haber nacido en uno de los lugares más poblados del mundo, quizá, fue lo que causo la creación de un espacio personal habitado por mí e historias que leía en libros. Aunque me gusta estar alrededor de la gente, no me considero una persona muy sociable. Los libros, como dice le cliché, fueron amigos, cuentacuentos, historiadores y plantillas de las que me serviría para crear y nutrir ese mundo interno. 

Años después, cambié lugar de residencia a Acapulco. Ese fue mi primer encuentro con el mar. El mar significa un montón de cosas para mí, muchas veces antitéticas, pero siempre presentes. Fue ahí donde crecí, donde conocí todas las posibilidades de existencia que podía tener, y donde tomé decisiones de vida. Pero también, tanto en Guerrero como en Ensenada, el mar significó la falta de movimiento. Irónicamente, los espacios de tiempo que pasaba frente a la masa oceánica, mi vida se estancaba en bifurcaciones, más en la Baja que en Acapulco. 

Fue cuando decidí regresar (y conocer) la ciudad. Después de veintidós años, regresé a México como quien desciende a un lugar ajeno por completo. En la Ciudad de México que encontré ví el frenesí concentrado en pocos kilómetros, la lucha por ser y tener, y sólo llevo dos años. 

Extraño la tranquilidad del vaivén de las olas, las caminatas por los malecones, los cafés en la calle primera, las tardeadas y las albercadas cuando tenía 11 años. Extraño a mis amigos, a despertar a cosas que me tocaba vivir; pero la vida aquí es la mía. 

En este espacio vienen las historias de la ciudad y del mar. En este espacio escribo los ensayos que formarán el objetivo final: una novela. No es tarea pequeña, quiero que esta novela represente lo que soy y, a la vez, quiero que sea ajena. Quiero que la gente que la lea sienta que lee un poco sobre ellos y ellas mismas, y, a la vez, que sientan que no entiendan ni jota de lo que van a leer, para que cuando vayan en sus carros, en las lanchas con motor, en el metro o en la calandria, y vean algo relacionado con lo que leyeron, les caigan veintes. Quiero que les cueste entener, para que entiendan mejor. 

Bienvenidos, como dije en otra parte; espero que puedan entener, espero ayudar y espero hacerlo bien.